domingo, 27 de septiembre de 2020

Disparo inesperado

 


Juan solía pasar largas jornadas en el hipódromo de La Plata acompañado por don Alberto. Se encontraban en el  “Corona “ de Avellaneda .Allí  estudiaban la sección de turf del diario crítica buscando al caballo salvador, y al cabo de unos cortaditos partían expectantes  hacia la ciudad de las diagonales.

En algunas  ocasiones Juan  invitaba a Rosa una de sus novias, adjudicándole la suerte de principiante le pedía que eligiese un “pingo” ganador:-“¡Este!,  Afiebrado, con el número 13”,  es el  preferido. Con  sorpresa por la  elección del matungo, Don Alberto observa que falta poco tiempo para la largada y corre  hacia las ventanillas a  hacer  la apuesta.

Tras escuchar la campana y abrirse los partidores, Afiebrado  toma la delantera por los palos y llega primero al disco. Juan, emocionado, y encantado de  ver ganar a su candidato, le promete  a Rosa regalarle pulseras, zapatos y la ropa que eligiese. La lluvia le puso fin a la jornada y  Juan   le pidió a José María, su chofer, que los lleve a festejar.

 Rosa sabia del buen pasar de su novio producto de las actividades delictivas, tales como: juego clandestino, prostitución y violencia que ejecutaba impunemente  siendo apadrinado por don Alberto, intendente de su  ciudad,. Ella  manteniéndose al margen de las tropelías, disfrutaba de la compañía  de este malevo .

En el comité de la avenida  Pavón, cerquita del riachuelo,  Juan se juntaba a tomar mate con sus camaradas. Organizaban las timbas detrás de los burdeles a las que concurría su amigo Carlos, “el zorzal”, gran cantor de tangos, burrero y admirador  de las señoritas trabajadoras de  esas casas de citas. Eran noches de alcohol, cartas, mujeres y variados estimulantes que en algunas ocasiones concluían en un camión celular policial camino a la comisaria. 

Al regreso del hipódromo, en el anochecer del Sábado 21 de octubre de 1933, Juan decide pasar por su domicilio  a cambiarse de ropa, se viste con su mejor traje, guarda parte del dinero ganado y como tantas otras veces junto a su chofer va internándose en la noche. Esta vez no  visita a Rosa , tiene ganas de ver a su amante Elisa en la calle Dorrego de la popular barriada “Crucecita”. Entre espumantes y sábanas disfrutan de un placentero momento. Cerca de las nueve se encuentran con  Ana  y Héctor, un amigo pistolero y su novia  , deciden entonces ir a cenar al Puentecito  de Barracas.

Al llegar a la esquina donde los esperaba su chofer, nadie se percata del  hombre en posición de disparo. El tiro es certero. Juan lo recibe cayendo  abruptamente. José María persigue al tirador y Héctor se tirotea sin poder detener la fuga del Chrysler azul. Como pueden,  lo  suben  a su Cadillac. Elisa  abraza a  Juan y su amado,  a manera de último adiós,  le esboza una leve sonrisa. Parten raudamente al hospital Fiorito. Juan, alias” Rugerito”, esta vez no pudo esquivar la muerte  falleciendo  en el camino.

Al día siguiente una multitud llevando en andas el féretro hasta el cementerio   despide a este asesino retacón, también llamado  “culata,” nacido en la isla Maciel.

Don Alberto, apoyando su mano en el ataúd, denota un leve alivio.

O.A.B.

                 

     

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