Juan solía pasar largas jornadas en el hipódromo de La Plata acompañado por don Alberto. Se encontraban en el “Corona “ de Avellaneda .Allí estudiaban la sección de turf del diario crítica buscando al caballo salvador, y al cabo de unos cortaditos partían expectantes hacia la ciudad de las diagonales.
En algunas ocasiones Juan invitaba a Rosa una de sus novias,
adjudicándole la suerte de principiante le pedía que eligiese un “pingo”
ganador:-“¡Este!, Afiebrado, con el número
13”, es el preferido. Con
sorpresa por la elección del
matungo, Don Alberto observa que falta poco tiempo para la largada y corre hacia las ventanillas a hacer
la apuesta.
Tras escuchar la campana y abrirse los partidores, Afiebrado toma la delantera por los palos y llega
primero al disco. Juan, emocionado, y encantado de ver ganar a su candidato, le promete a Rosa regalarle pulseras, zapatos y la ropa
que eligiese. La lluvia le puso fin a la jornada y Juan le pidió a José María, su chofer, que los
lleve a festejar.
Rosa sabia del buen
pasar de su novio producto de las actividades delictivas, tales como: juego
clandestino, prostitución y violencia que ejecutaba impunemente siendo apadrinado por don Alberto, intendente
de su ciudad,. Ella manteniéndose al margen de las tropelías, disfrutaba de la
compañía de este malevo .
En el comité de la avenida
Pavón, cerquita del riachuelo, Juan se juntaba a tomar mate con sus camaradas.
Organizaban las timbas detrás de los burdeles a las que concurría su amigo
Carlos, “el zorzal”, gran cantor de tangos, burrero y admirador de las señoritas trabajadoras de esas casas de citas. Eran noches de alcohol,
cartas, mujeres y variados estimulantes que en algunas ocasiones concluían en
un camión celular policial camino a la comisaria.
Al regreso del hipódromo, en el anochecer del Sábado 21 de
octubre de 1933, Juan decide pasar por su domicilio a cambiarse de ropa, se viste con su mejor
traje, guarda parte del dinero ganado y como tantas otras veces junto a su
chofer va internándose en la noche. Esta vez no visita a Rosa , tiene ganas de ver a
su amante Elisa en la calle Dorrego de la popular barriada “Crucecita”. Entre espumantes y sábanas disfrutan de un placentero momento. Cerca de las nueve se
encuentran con Ana y Héctor, un amigo pistolero y su novia , deciden entonces
ir a cenar al Puentecito de
Barracas.
Al llegar a la esquina donde los esperaba su chofer, nadie se percata del hombre en posición de disparo. El tiro es certero. Juan lo recibe cayendo abruptamente. José María persigue al tirador y Héctor se tirotea sin poder detener la fuga del Chrysler azul. Como pueden, lo suben a su Cadillac. Elisa abraza a Juan y su amado, a manera de último adiós, le esboza una leve sonrisa. Parten raudamente al hospital Fiorito. Juan, alias” Rugerito”, esta vez no pudo esquivar la muerte falleciendo en el camino.
Al día siguiente una multitud llevando en andas el féretro
hasta el cementerio despide a este asesino retacón, también llamado “culata,” nacido en la isla Maciel.
Don Alberto, apoyando su mano en el ataúd, denota un leve
alivio.
O.A.B.
Magnífico; cuentos cortos y con gran misterio!!!
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