sábado, 6 de febrero de 2021

Artilugios del destino

 

 Habia una vez  un niño  intrépido, que  desoía las palabras de su madre  cuando lo llamaba desesperada  desde el muelle suplicándole que desista del viaje.

Esta travesura  la imaginó de niño pescando  con sus amiguitos  en el río Oria. Lo mas  pronto posible quería estar luchando  a brazo partido, soñaba debatirse   sobre la popa de su   barquito con enormes peces en las aguas del Cantábrico.

Zarpó cuando el  reloj  marcaba las seis, un chaparrón persistente lo sorprendió atravesando  el mar, poco le duró la aventura, de  repente se desato el vendaval que le fue arrastrando  el bote hacia la costa. Agotado, llegó a su casa. No le importó el fracaso, ante la adversidad tomo fuerzas y abrazó a sus padres  rogándole que lo dejaran  crecer en el mar.   

Con esas palabras  fabuladas  Don Francisco Gil, promediando el año 1778 al mando de la fragata  San Vicente le da la bienvenida a Cosme Damián de Churruca, En los primeros cinco años sus superiores fueron testigos de sus  valientes actos , reconociendo su  hidalguía al defender  a España durante   las duras batallas por la recuperación de  Gibraltar.

Firmada la paz con el tratado de Versalles el 3 de octubre de 1783, Cosme siguió estudiando. Ingresó como ayudante de guardiamarinas  a la escuela de la armada en Ferrol, provincia de La Coruña, durante cuatro años se especializó en matemáticas, mecánica y astronomía.

Su primera expedición científica lo llevó al estrecho de Magallanes en el año 1790 ,se ocupó de la astronomía y la geografía acompañando al capitán Antonio de Córdoba en la fragata Santa María de las Cabezas .

Las peripecias  de este viaje quedaron plasmadas en el Apéndice del primer viaje de Magallanes. Cosme lo público en Madrid en 1795.

Regresó cansado y con un marcado  deterioro de  salud  a su pueblo vasco, Motrico , donde había nacido el 27 de septiembre de 1771, gozó de una licencia  y fue nombrado alcalde en el año 1802 tras la muerte de su padre.

El sábado 2 de febrero de 1805 en Cádiz se casa con María Dolores Ruiz de Apodaca.

Sus últimos días lo encuentran luchando aliado con Napoleón, estaba  al mando del San Juan Nepomuceno en la batalla  de Trafalgar el  21 de octubre de 1805.Su navío se enfrentó a seis buques ingleses que lo bombardearon sin tregua bajo las órdenes del almirante Horacio Nelson.

Peleó hasta que un cañonazo  le voló la pierna, falleció  desangrado sobre la cubierta  de su nave.

A Nelson una bala  de mosquete le puso fin a su vida.

Artilugios del destino, dos celebres marinos, acérrimos enemigos   mueren en la misma batalla.  

Como homenaje  póstumo, Cosme fue nombrado almirante. Con una estatua se lo recuerda en su pueblo natal.

El Nepomuceno  permaneció amarrado en Gibraltar siendo conservado durante muchos años, su   camarote  estaba cerrado e identificado con   letras doradas , quien quisiera entrar tenía que saludar cual si  Cosme  lo estuviera esperando. 

Un joven inglés al visitar el  histórico navío ingresa al camarote y se sorprende por la pulcritud,  lo recorre minuciosamente con su vista bisbiseando unos minutos. Emocionado, al retirarse deja  sobre el catre su gorra de marinero firmada con las siguientes palabras: mis respetos, Horacio Nelson. 

O.A.B.    

 

 

 





 

 

          

Llegó Para Quedarse

 

Suerte que  el cielo se presentaba límpido aquel miércoles 10 de febrero de 1926 en la ciudad de Buenos Aires.

La nave era  conducida   por Ramón Franco, secundado por Julio Ruiz, Juan Duran y el mecánico Pablo Rada Ustarroz. Los  ávidos tripulantes españoles   finalizaron con éxito  los 10.270 kilómetros de recorrido,  estableciendo un tiempo de 61 horas y 44 minutos de vuelo con intervalos de  siete etapas.

El ritmo de vida  porteño se vio alterado  por la llegada del hidroavión  alemán “Plus Ultra” que    concluía la proeza aérea iniciada   en Palos de La Frontera, ciudad de Huelva,   el 22 de enero.

Desde la madrugada, los vecinos expectantes fueron acercándose desde distantes barrios  ocupando espacios  en las cercanías del puerto,  nadie se quería perder el apoteótico final del vuelo trasatlántico  sobre las aguas del  Rio de la Plata,

La familia Dotti,  esperaba sentada  en  su   flamante  Ford A, llegaron desde el barrio de Colegiales  provistos  de  prismáticos  no se querían perder ningún detalle.      

Para Esteban, tenía un sabor especial, era el plato fuerte de la jornada ya que recibía con indescriptible emoción  a su sobrino Pablo,  encargado del mantenimiento en la nave española. Pidió permiso en el hotel Apolo ,  concluyó temprano con el armado de cada florero que decoraba el  salón principal. Presuroso y en soledad  tomó el tranvía  en busca de una ubicación  privilegiada .

Marta decidió no dictar clases de piano ese significativo  día. Desde  Palermo empezó a caminar  hasta  la costanera. Al llegar desplegó el indispensable abanico, estiró  una lonita y al rato con su risa contagiosa, acaparo el interés de los curiosos espectadores leyendo la humorística revista P.B.T.

De repente, al  mediodía, se empezaron a divisar la figura  de la nave proveniente del Uruguay, su última escala. Entre la incalculable concurrencia  estalló la alegría y hasta en el  barco más lejanamente fondeado, se  la  saludó con bocinas y sirenas,  a las 12.27 el Plus Ultra llegó para quedarse.

El rey de España Alfonso Xlll  lo donó  siendo recibido con gratitud por el entonces presidente   Marcelo Torcuato de Alvear . Fue movido en dos ocasiones en la década de los años 60,  primero  se lo expuso  en Madrid y en la segunda salida fue restaurado  completamente en España. Desde el 17 de agosto de  1988  descansa  victorioso   en el área II del museo del transporte en  la ciudad de Luján.

 N. del A : Visitarlo para   recordar gratamente  esta encomiable gesta, es una  saludable tarea.

O.A.B  

 

 



 

        

 

viernes, 5 de febrero de 2021

Claramente Decidida

 

Clara era la niña mimada . Logró salir ilesa del accidente donde perecieron sus padres una madrugada con neblina sobre la ruta 76 volviendo de Darregueira.

Al quedar huérfana  la criaron los Acuña, un  familia de compañeros de  su padre  en la cooperativa local. Con el correr de los años iba alternando su lugar de residencia por  distintas casas del pueblo. 

Anochecía sobre Bordenave y  Clara la recorría en  bicicleta despidiéndose de sus vecinos que la   saludaban  sonrientes . Ella les devolvía el buen gesto agitando un pañuelo,  callada, sin poder contener las lágrimas.

 Al acostarse su mente le trajo el recuerdo de aquel  día en que comunico su decisión . A ninguno de los amigos le  causó sorpresa  la  elección de querer se marinera,  ya  de pequeña  jugaba  con barquitos. Su Padrino , el Tata, como ella lo llamaba, se los hacía de papel. Con el paso de los años construían juntos maquetas en las esporádicas visitas  que éste efectuaba cuando su actividad mercante se lo permitía. El tata  pasó mucho tiempo lejos del pago hasta que una tarde  sin previo aviso  volvió. Se había  retirado de la  Marina  Argentina donde  ejerció con orgullo el cargo de oficial de máquinas. Durante casi treinta años surcó  los mares del mundo llevando nuestra bandera hasta los más recónditos puertos.

El Tata estuvo poco tiempo en Bordenabe, disfrutó de su ultima visita junto a Clara y sus  viejas amistades, se lo veía emocionado al saber que la amada  ahijada seguía sus pasos. Después del costillar al asador con el que fue agasajado , entre copas y encantado por como esta jovencita    se  encauzó en la  vida, la premió regalándole  su casa.

Con un sentido abrazo se despidieron, manejando su vieja  chata  F-100 el Tata   partió rumbo a Puán para radicarse definitivamente.

 Clara se despertó antes del alba con los nervios de punta. No pudo pegar un ojo. Pasó por el almacén de Nino, compró provisiones y en  unas horas saldría con el Chevalier  rumbo al instituto más antiguo del País, la Escuela Nacional de Náutica creada por Manuel Belgrano el 25 de noviembre de 1799.

Recostada en el asiento  volvió a  leer su libro de cabecera,  67000 Millas a bordo del Gaucho, un preciado regalo del Tata con una afectuosa dedicatoria   . Ese  tesoro infantil lo guardaba en su mesita de luz junto a la medalla del secundario  José Hernández . 

Cumpliendo con una de las premisas que dispuso  Don Manuel Belgrano al escribir el reglamento, cada 25 de noviembre Clara concurre con sus compañeros al convento de Santo Domingo junto a las autoridades  principales de la Escuela  para rendir cuentas y  dar  gracias.

Ella especialmente pide por una larga vida de su Tata.

O.A.B.

 

 


 


 

Hay Otra Historia

 Uy, me quede solo. Adolfo volviendo del bufet con los Patys en sus manos  se percató de la ausencia. Laura, una morena  adolescente como el, ya no estaba  sentada. El compás de la orquesta  amenizaba un cálido ambiente familiar. La  pista para los bailarines fue improvisada dentro de  la cancha de futbol,  delimitada  por  mesitas de madera. La barriada se acercaba  en gran número atraída por el perfumado humo de las repletas parrillas.  Los vecinos festejaban hasta que el sol despuntara, un nuevo aniversario de la parroquia Sagrado Corazón.

Adolfo, jugó en ese  terreno polvoriento, recordaba viendo hacia un arco,  aquel domingo lluvioso que  le convirtió el penal definitorio  a su  amigo Enrique,  el corpulento  arquero de los Hermanos Maristas ganándole la final del intercolegial lujanense.

Conoció a Laura en  unas de esas tardecitas cuando  su madre  lo mandaba  al almacén. La hija de Don Nicola lo encandilaba con su blanquísima sonrisa .En las sucesivas visitas Adolfo le  regalaba una rosa roja, la  cortaba  a escondidas  del jardín  que celosamente cuidaba su abuela .Con el correr de los años , en su primera cita, fueron caminando hasta  El Águila y compartieron un espeso  chocolate con Bay Biscuits.

Laura estaba intrigada en saber si el  la  acompañaría a su primer baile. Yá le había dicho que   no disfrutaba en esos lugares, Adolfo prefería escuchar música mateando,  le gustaba ir al  Numancia y ver películas continuadas, o leer entre  amigos  cuentos cortos  interpretando su contenido. Finalmente lo convenció dado que el de ese  sábado era a beneficio del hospital municipal.

Sin compañía Adolfo  observaba  a Laura circundando  entre los muchachos  y lo perseguía la fantasía del miedo a perderla. Se preguntaba: ¿La  habrán aburrido  mis anécdotas futboleras? , ¿Buscará bailar con  Edu, el hijo mayor de Elsa y Coco.

Apesadumbrado, sin  ganas de estar allí, decidió  ir a su casa  y refugiarse en  la  biblioteca  desordenada. Al azar eligió “vida del Chacho  “, biografía del general Ángel  Vicente Peñaloza escrita por José Hernández. 

Acompañado por  una canción  apenas perceptible de Silvio, Adolfo  salteó páginas y encontró entre ellas una servilleta doblada, amarillenta  por el tiempo, donde pudo leer con cierta dificultad  la siguiente frase: “naides más que naides y menos que naides”, rubricada por un garabato con el seudónimo “Chacho “.

Advirtió oraciones demarcadas con lápiz negro, las fue  eligiendo sin seguir un  orden.  Al leerlas se vio sorprendido por su valiente accionar   en defensa de los pobres y la inclaudicable lucha  por establecer el federalismo.  Entre otras cualidades que destacaban la figura de este reconocido paisano con estirpe montonera, el Cacho  haciéndole frente con boleadoras y lanzas los amedrentó y retrocedió en varias ocasiones   el poderoso  ejército porteño enviado por  Bartolomé Mitre.

Adolfo  aplaudió la astucia y la hidalguía del líder riojano, que como pocos, conocía el terreno en los llanos y con maniobras certeras  emboscaba al enemigo. Les quitaba los caballos y capturaba soldados a los que  tomaba prisioneros tratándolos dignamente. Percibió con cierta desazón el gesto traicionero de Urquiza, este,  pactó con el gobierno central de Mitre en  dejar solo al Chacho, olvidándose de quien fuera  un incondicional aliado en su gesta federal, a cambio de que Entre Ríos, su provincia, no sea intervenida.         

 Curioso ojeaba  páginas, puteaba a medida que su temperatura corporal crecía,   se veía   sorprendido al  notar el desprecio demostrado por Sarmiento  cuando gobernaba de San Juan, distrajo la atención del Chacho mientras  el Mayor Pablo Irrazabal al mando del ejército  entraba a La Rioja y no cesó hasta encontrarlo y ejecutarlo el 12 de noviembre de 1863.

El “Diosito de los Pobres “estaba escondido en un rancho de la localidad  riojana de  Olta. Cansado de luchar y ver morir a sus compatriotas,  aceptó  la rendición pedida por el capitán Vera. De repente llegó anoticiado de  su captura el  sanguinario  de  Irrazabal y  en una actitud cobarde, viéndolo maniatado  lo atravesó con su sable. Luego ordenó  fusilarlo y dando muestras de su aversión instó a los soldados a  decapitarlo  y  clavar su cabeza como trofeo en una pica.

Toda esta trágica escena fue observada entre lágrimas  por Indalecio, el  hijo adoptivo del Chacho. Ni los desesperados gritos de su querida esposa Victoria Romero   detuvieron la indiscriminada   paliza. Victoria, su  fiel  compañera esta vez  no pudo defenderlo, se jugó  la vida por el   en la batalla del manantial, provincia de  Tucumán. De aquel  acto heroico  a Victoria  le quedó una cicatriz en el rostro, secuela  de un sablazo en la cabeza. Aquella vez,  ensangrentados   huyeron   perdiéndose  entre los matorrales.  

Victoria, humillada por los asesinos del Chacho,  fue  obligada a caminar hasta San Juan, Ahí Sarmiento la despojó de sus bienes y le ordenó  barrer las calles, posteriormente quedó prisionera junto a Indalecio.    

Adolfo violentado y disgustado  por el  sádico final del Chacho, sin poder comprender  el indignante trato  que recibió junto a su familia, tomó  un sorbo ardiente  de Bols .Cerró el libro y lo dejó sobre un  sillón para leerlo detalladamente 

Decidió volver al baile,  deseaba  encontrar  a  Laura y  contarle  el descubrimiento de este encomiable personaje omitido por   la historia oficial.

 Ella estaba despidiéndose de sus amigas, entonces  esperó.

-¿Te divertiste Laura?

-Si mucho, ¿Y vos, por qué  te fuiste?  

- Estaba aburrido, quería leer un rato,  caminemos  y te cuento.

Observándolas nombraban a las relucientes estrellas,  iban por  San Martin. Al llegar a la avenida Humberto jugaron a  esconderse entre las incólumes palmeras. Agitados continuaron el paseo. Adolfo decidió relatarle su noche de lectura, nombró  al Chacho Peñaloza  y  le propuso lo siguiente: “Seamos profesores, pero para enseñar la otra historia, no la de los que ganan,  con la que fuimos educados. Hay otra,  no seamos sumisos, contémosla, ¿Qué te parece? ”

Laura asintió con un beso y  lo  invitó a  tomar un altísimo  cucurucho  en   Massera. Buscaron  el banco preferido bajo la pérgola de la hermosa plaza Colón.

Empalagándose dulcemente,   felices,   aceptándose tal cual son, amanecieron  abrazados iluminados por el sol. 

O.A.B

 

    

 

 

 

 

 

 

 


  

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