lunes, 30 de noviembre de 2020

No tan sola

 

Raquel va caminando despacio  por la  orilla, pareciera doblarse, ese  efecto es  producido por las  continuas ráfagas del viento sur, simula a los pintorescos árboles bandera, inclinados habitantes de las  costas fueguinas.

Le gusta andar descalza, aún en invierno, disfruta al sentir las caricias  de las diminutas olas en  los pies. Es acompañada por su entrañable mascota Hanna, perra callejera, raza perra, eternamente agradecida a su nueva dueña por brindarle refugio. La encontró  en una tarde lluviosa,  tiritaba de frio, debajo del  abandonado puesto del  bañero.

Raquel habita una pequeña y despintada casilla rodante que heredó de su tío. Está ubicada en un terreno descuidado,  cerquita  de la playa, casi donde termina Mar de Ajó. En esta solitaria etapa de su vida optó entre  otras cosas por no utilizar el teléfono celular,  prefiere recibir  una simple misiva.

Se dirige  a la oficina de correos. Hace meses que está esperando la carta del querido Pedro, habían sido compañeros de colegio en Ushuaia.  Con los años disfrutaron de  una linda amistad pero ella decidió abandonar la ciudad y vivir sola, cerca del mar.

Ingresa a dicha delegación calzándose las alpargatas, saluda: Buen día.

 Y pregunta: ¿Tiene algo para mí?

 La adusta empleada espeta :Tome, llegó ayer.

  ¡Muchas Gracias! , hasta luego.

Protege  el sobre dentro de una bolsita y comienza a desandar el camino por la arena húmeda sin alpargatas. Goza al ver con la alegría que Hanna se zambulle  entre el oleaje,  ríe oyendo sus ladridos dirigidos a algún marinero fantasma, otrora tripulante de un navío encallado.  

En su  sencilla vivienda, acomoda los leños en la salamandra,  estira  en el piso una mantita para Hanna y perezosa en su reposera se presta a leer, sonríe ante la súplica: “Amiga, te pido   perdón por la demora en comunicarme.”

Mientras se adentra en la lectura, nota el entusiasmo de Pedro con  la música. Le cuenta que está sumido en el ensayo para el  concierto del teatro municipal Niní Marshall celebrando el día de la música, y le precisa: cada 22 de noviembre  homenajeamos a Santa Cecilia. En esa fecha del año 230 D.C. en Roma, alabando a Dios con cánticos, Cecilia se negó a entrar en un horno, la querían quemar por profesar el cristianismo. Poniendo  fin a esa situación, acatando la orden del alcalde Almaquio, fue  decapitada. El Papa Gregorio XIII  en el año 1594 respetando ese día la nombró Patrona de todos los músicos.

Conmovida por esta referencia y con un dejo de melancolía,  recuerda a Pedro tocando el  piano  en su casona,  ella disfrutaba  de  las melodías al calor de los leños ardientes  , este era  su reparador refugio cuando volvían de las  visitas al museo del presidio del fin del mundo. Emocionada prefiere seguir en otro momento con la lectura.

Atendiendo el pedido insistente de Hanna por salir, se dirigen a hacer su recorrida nocturna habitual. Observando  el cielo magistralmente estrellado recuerda las palabras de Pedro referidas a la Santa Patrona. De repente pareciera oír entre los médanos un maullido. Acercándose sigilosamente  toma entre sus manos a una pequeña gatita blanca con manchitas grises y se la muestra a su compañera. Hanna, lamiéndola suavemente, aprueba su llegada.

Raquel, con una caja de zapatos le improvisa la cunita en su sencillo hogar . Cubriéndola con un viejo suéter, sin dudarlo, en un lateral escribe :  ”Chechu”.

O.A.B





4 comentarios:

  1. Hermoso relato, Osvaldo!!!! De Liliana, tu compañera de taller de escritura del sábado.

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  2. Papi me encantó!! Camine con Raquel por ese mar, acompañada de Hanna y de chechu! Inevitable no volver a los recuerdos de Mar de Ajo y ese tan lindo verano!

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