Cuando puedo suelo recorrer bellos lugares bonaerenses para conocer su historia. Por suerte los cirrus de a ratos, protegían mi andar de los rayos del sol. Me encuentro en la localidad de Sierra Chica cerquita de Olavarría.
Llegué hasta aquí con el propósito de contactar a un viejo periodista local que supo ocuparse en
sus años mozos de la sección “Sucesos Pamperos “en el El Popular.
Ubiqué un hostal muy antiguo con patio de adoquines cubierto por una frondosa
parra. Alcira, irradiando amor pueblerino, me recibió con una
sonrisa grácil. Guio mis pasos
hasta la habitación sugiriéndome el uso del
jardín y la pileta. Luego prosiguió con la actividad cotidiana de
alimentar a sus gallinas ponedoras y a Pepe, el fornido gallo.
Dormí plácidamente hasta que Pepe, haciendo alarde de su cacareo, me
despertó . Alcira desayunaba con
Juan, su esposo, en la mesa de la cocina
compartida. El aroma a tostadas invadió mi piecita, al acercarme me alcanzaron un mate y entonces les consulté
por un tal Lucero.
-¿El periodista? , preguntaron a dúo.
-Sí, el mismo, confirmé.
- Vive a una legua
hacia el oeste mi amigo, expresó Juan.
Alcira hizo las
gestiones correspondientes con Oscar, el vecino remisero, que puntualmente a las nueve y cuarto pasó a
buscarme.
Entablamos en el trayecto una amena conversación y Oscar se ofreció a
esperarme para luego dar un paseo turístico. .
La modesta casa está
ubicada bajo una umbrosa arboleda . Aplaudí
simulando un llamador delante de la vulnerable puertita. Con andar cansino se
acercó un gato maullando. Detrás, apoyado en su bastón, se me acerca un anciano encorvado que bien podría ser mi abuelo. :
- Buen día caballero, ¿A quién debo el honor de la
visita?
- Disculpe, buenos días, soy Cesar Ticón, estudio en la Universidad
de Luján, ¿usted es Joaquín Lucero?
- El mismo
Estiró su mano derecha ofreciendo
un saludo y con voz segura me dijo
- ¿Qué anda haciendo por acá?
-Le consulte a Bellini, el
bibliotecario, sobre las luchas en nuestras pampas, me habló muy bien de usted, y aquí me tiene,
ansioso por escucharlo.
-Espero no defraudarlo, adelante
joven, pase nomás, póngase cómodo.
Nos sentamos en unos troncos que a manera de banquitos decoraban el
sencillo paisaje. Entonces consulté si podía grabar la conversación. Don Lucero
aceptó y comencé preguntando:
-¿En qué lugar las tropas de Buenos Aires sufrieron su mayor
derrota peleando contra nuestros
hermanos indígenas?
-Sin duda acá, mi amigo. Pero le aseguro que unos meses antes habían arrasado el fuerte de Azul. Cuentan que mi
bisabuela atendía la cocina del Fuerte, casi se muere del susto. Ella se
desmayó cuando escuchó la intensa noticia “¡Se vienen los indios!” Dicen que
con la ayuda de un valiente soldado logró escapar del feroz ataque. No sé, eso
dicen. Fue el 31 de mayo de 1855 cuando
se dio el enfrentamiento aquí, en Sierra Chica. Las tropas criollas comandadas por el Coronel
Bartolomé Mitre tuvieron que enfrentar a un gran malón bajo las órdenes de los caciques: Catriel, Cachul y Calfucurá. ¡Le
dieron flor de paliza estos bravos indios! Tanto, que los otros tuvieron que
llegar a Azul de a pie, ¡Ni los caballos les dejaron! Fíjese que perdieron 250
hombres. Tras este resonante triunfo Calfucurá
fue llamado “El Napoleón del Desierto”. Así y todo, estimado, Mitre minimizó su fracaso y fue recibido
por Sarmiento, que escribía gacetillas para el gobierno de
Urquiza, con una flor de fiesta. Aunque, le digo mi amigo, que reconoció
posteriormente la humillante derrota expresando
la contundente frase “El
desierto es inconquistable”.
Satisfecho con el interesante relato, fui llevando el diálogo por variados
temas referentes a su labor en “El Popular”. Se acercaba la hora del almuerzo,
y sin querer incomodar a este amable servidor
me despedí afectuosamente.
Subí al auto y cuando me estaba ajustando el cinturón de seguridad, noto una palma en mi brazo. Era Don lucero que susurrando decía:- Dele mis saludos a Bellini.
O.A.B.
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