Es una plaza muy bella
la del sitio encantado
bajo su árbol dorado
cualquier persona destella.
Poder dejar una huella
no presenta dificultad
ni hace falta facultad
al cuidado de su copa
y si va viento en popa
acepta nuestra amistad.
Fue testigo presencial
cuando rimar no podía
un otoño al mediodía
buscó su sombra esencial
no es que sea primordial
su imponente presencia
pero logró la cadencia
que le costaba encontrar
en ese seductor lugar
del poema a Florencia.
Irene quería hablarle
y prefirió redactarle
de manera comedida.
En el árbol, decidida
sobre la rama dorada
se sintió emocionada
hilvanando una prosa
pensando en lo hermosa
que es su Florencia amada.
O.A.B.
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