Clara era la niña mimada . Logró salir ilesa del
accidente donde perecieron sus padres una madrugada con neblina sobre la ruta
76 volviendo de Darregueira.
Al quedar huérfana la criaron los Acuña, un familia de compañeros de su padre en la
cooperativa local. Con el correr de los años iba alternando su lugar de
residencia por distintas casas del pueblo.
Anochecía sobre Bordenave y Clara la
recorría en bicicleta despidiéndose de
sus vecinos que la saludaban sonrientes . Ella les devolvía el buen gesto agitando un pañuelo, callada, sin poder contener las lágrimas.
Al acostarse su mente le trajo el recuerdo de aquel día en que comunico su decisión . A ninguno de los amigos le causó sorpresa la elección de querer se marinera, ya de pequeña jugaba
con barquitos. Su Padrino , el Tata, como ella lo llamaba, se los hacía de papel.
Con el paso de los años construían juntos maquetas en las esporádicas visitas que éste efectuaba cuando su actividad mercante se lo permitía. El tata pasó mucho tiempo lejos del pago hasta que una tarde sin previo aviso volvió. Se había retirado de la Marina Argentina donde ejerció con orgullo el cargo de oficial de
máquinas. Durante casi treinta años surcó
los mares del mundo llevando nuestra bandera hasta los más recónditos
puertos.
El Tata estuvo poco tiempo en Bordenabe, disfrutó de su ultima visita junto a Clara y sus viejas amistades, se lo veía emocionado al saber que la amada ahijada seguía
sus pasos. Después del costillar al asador con el que fue agasajado , entre copas y encantado por como esta jovencita se encauzó en la vida, la premió regalándole su casa.
Con un sentido abrazo se despidieron, manejando su vieja chata F-100 el Tata partió
rumbo a Puán para radicarse definitivamente.
Clara se despertó antes del alba con los nervios
de punta. No pudo pegar un ojo. Pasó por el almacén de Nino, compró provisiones y en unas horas saldría con el Chevalier rumbo al instituto más antiguo del País, la Escuela
Nacional de Náutica creada por Manuel Belgrano el 25 de noviembre de 1799.
Recostada en el asiento volvió a leer su libro de cabecera, 67000
Millas a bordo del Gaucho, un preciado regalo del Tata con una afectuosa dedicatoria
. Ese tesoro infantil lo guardaba en su mesita de luz junto a la medalla del secundario José Hernández .
Cumpliendo con una de las premisas que dispuso Don Manuel Belgrano al escribir el reglamento,
cada 25 de noviembre Clara concurre con sus compañeros al convento de Santo
Domingo junto a las autoridades
principales de la Escuela para
rendir cuentas y dar gracias.
Ella especialmente pide por una larga vida de su Tata.
O.A.B.
La niña, con sal en sus mejillas. Implora justicia. Ya que no tiene a quien culpar... Obgetiba es la verdad... Soy Mati sevillano
ResponderEliminarrespetándote corrijo: objetiva.
ResponderEliminarInteresante la anécdota. Lindos recuerdos.
Muy bello Pa! Ahora que me hice el ratito estoy disfrutando muchísimo de leerte :(
ResponderEliminar