Caminaba por Rivera aprovechando el solcito. Acercándose a la estación Coghlan escuchó
la chicharra y subió. Le gusta observar en el puente al
tren viniendo desde Luis María Saavedra.
Esta vez filmó hasta que
se perdiera el de las 11:03.
Satisfecha bajó con la intención de
dar la vuelta y pasar por la
biblioteca pública.
Ingresó y la recibió un agradable perfume a eucaliptus.
Una señora mientras ordenaba novelas,
amablemente le preguntó qué estaba
buscando. Entonces, mi hermana le
consultó por alguna comedia dramática del 1900.
Disculpándose, la bibliotecaria, solicitó su compañía y zigzagueando estanterías llegaron al sector
de autores latinoamericanos. Cordialmente le hizo traer una escalerita
indicándole el estante donde estaba “M’Hijo el Dotor” de Florencio
Sanchez. Mi hermana con dos escalones alcanzó la hilera pero tuvo
tanta mala suerte que al
tomarlo se quedó con la tapa en la mano
desparramando un montón de hojas. Colorada por
la vergüenza quiso llevarlo comprometiéndose a arreglarlo.
Despojándola de toda preocupación, la
buena mujer, se lo aceptó con una amplia
sonrisa. Más tranquila mi hermana firmó un cuaderno y se fue muy contenta a
fotocopiar las páginas del guion.
Luego
de un tiempo de ensayos volvió a la biblioteca con sus masitas
recién horneadas a devolverlo,
tuvo la dicha de ser atendida por esa
atenta señora. Aprovechó para invitarla
a ver la obra en el hall central del Hospital del barrio. Le aclaró que es un
espectáculo gratuito y los actores son vec inos con sobradas ganas de entretener a la comunidad.
Mi hermana no quiso irse sin pasar
por la plaza Carlos Campelo ubicada detrás del andén. Acarició el cartel que
lo nombra y emocionada le agradeció a
quien fuera el creador del Programa de Salud Mental Barrial del Hospital
Pirovano. En ese espacio tiene la oportunidad de coordinar su taller de teatro.
Volvió a sonar la chicharra. Subió y esperó un poquito. Sorprendida disfrutó viendo un
interminable carguero yéndose a Belgrano R.
N.D.A.
Este relato fue publicado en labarriada.com
O.A.B.